El Ministerio del Tiempo se ha convertido en los últimos tiempos en el ejemplo para comprender muchas cosas sobre cómo opera la televisión en España y sobre cómo están cambiando los gustos, los hábitos y los intereses de los espectadores. La serie es el ejemplo claro sobre cómo están cambiando las audiencias y cómo la televisión tradicional ha perdido la batalla hacia nuevas formas de ver contenidos. Aunque las audiencias por la emisión en directo en antena de la serie no han sido muy elevadas (y TVE usó ese dato para intentar cancelar la serie, aunque como apuntaban los analistas tampoco se podría decir que había sido un fracaso en términos de audiencia tradicional), los datos en internet sí han sido muy buenos. La serie triunfó en la red, donde consiguió crear una comunidad muy sólida y entregada y donde, además, logró recuperar a un público que la televisión pública había perdido, el de los jóvenes.
Internet ganó la batalla, la serie consiguió una nueva temporada (con Netflix de por medio, otro signo de cambio de los tiempos) y, tras unas cuentas semanas en la que los seguidores se preguntaban cuándo volvería, llegó a las pantallas de televisión. A diferencia de lo que ocurre en internet, donde todos los capítulos se estrenan al mismo tiempo para verlos como uno guste, la serie sigue manteniendo la esencia de la serie de televisión. La manera de ver el esperado nuevo capítulo antes que nadie es, simplemente, sentarse a ver la tele. Y aquí la serie se está convirtiendo en lo que los espectadores usan para reclamar otra cosa. Si El Ministerio del Tiempo fue hace unos meses la herramienta para que las teles comprendiesen cómo habían cambiado las audiencias, ahora lo es para que comprendan como sus modos de actuar chocan con los intereses de los espectadores.
Así, en medio del interés por el estreno, TVE tuvo que asumir también su caudal de críticas por la hora en la que la serie se emitía. La cadena programó el capítulo para las 22.40 de la noche, lo que hizo que al final los espectadores empezasen prácticamente a las 23 horas a ver la emisión. En Twitter se pueden encontrar, entre los primeros resultados buscando a la serie, mensajes reclamando que se adelante la emisión a después del fin del telediario y también criticando el programa que lo antecede (que no es muy popular, a pesar de acabar de ser renovado, como apuntaban hace poco en El Confidencial).
Un artículo en uno de los blogs de opinión de 20minutos también ha tirado por ahí. «La hora a la que la emite Televisión Española no es decente», escribe la bloguera de MadreReciente. «El prime time del jueves es casi ya del viernes. Y eso que justo hace dos años TVE hizo propósito de enmienda de rebajar esa hora. En un canto al sol se quedó», suma. El artículo está en portada de Menéame donde, además de publicarse comentarios en la misma línea, también los comentaristas se preguntan cómo es que alguien sigue viendo la televisión.
Porque, de hecho, la cuestión de los horarios es una de las que ha dado más impulso al VoD. Sites como Netflix y otros espacios que permiten ver contenidos a la carta han crecido gracias a consumidores que quieren ver cada vez más las cosas cuando quieren, donde quieren y como quieren. Si a eso se suma que los horarios de emisión de los contenidos televisivos en España son cada vez más tardíos (y sin que por ello – salvo en TVE – desaparezca la consabida pausa publicitaria), se puede comprender mejor porque las audiencias están migrando.
España ha perdido en los últimos tiempos de forma constante minutos de consumo televisivo. En 2015 se alcanzó, de hecho, el mínimo de la década en visionado de contenidos en televisión en directo, mientras el consumo no lineal iba en aumento. La irrupción de los servicios de streaming ha acelerado posiblemente el cambio (en los últimos tiempos tres han llegado a España, Netflix, HBO y Amazon, al tiempo que han aparecido nuevos formatos, como la reinvención del Yomvi de Movistar, y se han mantenido ofertas ya existentes con un público fiel, como Filmin).
Un prime time 72 minutos más tarde
Para los espectadores, especialmente los jóvenes, las televisiones no están ofreciendo lo que buscan. Como apuntaban en un análisis en El Confidencial hace unos meses, las televisiones se están llenando de programas pensados ya, directamente, para llegar a una audiencia de más edad, como si los jóvenes fuesen algo ante lo que tirar la toalla. Los horarios no hacen tampoco que las cosas sean mucho mejores.
Esos años en los que la serie de moda empezaba a las 21.30 son ya simples recuerdos del pasado. En los últimos 25 años, el prime time en España se ha ido retrasando cada vez más. Entre el principio y el final del período, el prime time se ha retrasado 72 minutos. Los programas estrella empiezan ahora 1,2 horas más tarde de lo que lo hacían en los 90.
Si a eso se suma que los contenidos, por cuestiones de tradición del mercado, son mucho más largos que en otros países (las series en EEUU sin anuncios duran unos 45 minutos, en España pasan de la hora) se puede comprender cómo esto se ha convertido en un problema. Si ves la emisión entera te acabas yendo a dormir a horas intempestivas. Esto no ocurre además en ningún otro país europeo de las inmediaciones, lo que hace que la situación en España sea anómala y un serio problema. El horario televisivo ha dejado de ser racional, lo que causa problemas de horarios y lo que hará que la televisión siga perdiendo espectadores.
Source: Puro Marketing