Los influencers se han convertido en uno de los nuevos objetos de deseo de las marcas, uno de los elementos clave por los que apuestan en todo momento para conectar con sus consumidores y unos de los que están logrando ya mejores resultados para las firmas. La fiebre de los influencers arrancó no mucho tiempo atrás y parte de una cuestión básica. Las marcas están teniendo problemas para conectar con las audiencias, que son cada vez más descreídas ante los mensajes publicitarios y ante los canales tradicionales que emplean las marcas, mientras confían cada vez más en estos perfiles expertos a los que siguen en ciertos términos y temas.
Los datos de los estudios que han empezado ya a analizar qué hacen los influencers y cómo responden los consumidores a sus recomendaciones así lo están demostrando, además. Según un reciente estudio de MuseFind, un 92% de los consumidores confía en un influencer y en sus recomendaciones de mucho más de lo que lo hace en un anuncio tradicional o en el mensaje que lanza un famoso sobre un producto.
Para las marcas, estos datos son especialmente atractivos si se compara con cómo cada vez más los consumidores son reticentes a los canales publicitarios tradicionales. Las marcas están gastando cada vez más y más en marketing de influencers (según algunas estimaciones sobre el mercado estadounidense, son ya 255 millones de dólares al mes).
Pero ¿está cambiando todo este peso creciente de los influencers online el panorama de medios y de gasto publicitario? Y, sobre todo, ¿tienen los influencers mucho más poder más allá de simplemente recomendar un producto o hablar de una cosa? Es decir, ¿pueden los influencers convertirse en un elemento que va mucho más allá de ser simplemente portavoces?
El influencer como marca
Esa es la posición de la que parte un reciente análisis publicado en Forbes, que invita a reflexionar entre la cada vez más creciente relación entre marcas e influencers y entre la identidad de unos y de otros. ¿Se han convertido los influencers ya no solo en personajes conocidos y expertos en redes sociales sino también en marcas por ellos mismos?
Si se piensa en algunos casos concretos, casos ligados a famosos de la era de lo social, se puede ver más claro. Kim Kardashian, famosa en la era de las redes sociales, ya no es solo un perfil muy popular en la cuenta de la red social de turno sino también una marca, un nombre con productos e imagen asociados.
Y eso es lo que hace que las cosas sean cada vez más difusas y, en cierto modo, más confusas. El punto de separación entre la identidad del influencer y su identidad como marca es cada vez más borrosa, a medida que los influencers se están convirtiendo cada vez más en productores de sus propios productos y a medida que las marcas están confiando más en ellos para que sirvan para promocionar lo que ellos venden. Todo esto hace el panorama mucho más confuso y con líneas de separación cada vez más y más sutiles.
El influencer como persona pública
La identidad del influencer como persona pública es cada vez más sólida, cada vez más poderosa. Uno de los ejemplos más claros y más recientes es el caso de El Rubius, el youtuber español que ha entrado en una lista de jóvenes más influyentes elaborada por la revista Time y que ha empezado a aparecer en todos los medios anglosajones estos días.
«Tengo una conexión muy fuerte con mis seguidores, ellos me pueden contar todo y yo también les digo lo que pienso», explicaba él mismo, tal y como recoge la BBC, para explicar por qué conectaba con sus seguidores. Sea como sea, El Rubius se ha convertido en un personaje muy popular online, al menos entre cierto segmento de internautas (el más buscado, por otra parte, ahora mismo por las marcas), que ven sus vídeos uno tras otro y que lo siguen en las demás redes sociales. Sus tuits suelen ser de los más populares del día en Twitter en España.
No solo que hablen de ti
Todo este creciente poder de los influencers y toda esta creciente y poderosa imagen de los mismos está cambiando por tanto las dinámicas y está asentando sus identidades. Cada vez son marcas más poderosas y cada vez son por tanto marcas de las que los consumidores esperan cosas. Esto es algo que modifica por completo no solo sus relaciones con sus seguidores sino también lo que las marcas esperan de ellos y lo que pueden hacer con ellos.
Las marcas no deben verlos como simple y llanamente una llave para vender más, un papagayo para repetir sus mensajes a sus audiencias, y tienen que comprender que la dinámica que se tiene que establecer tiene que ser diferente. Los consumidores les otorgan unos valores y depositan una confianza en ellos, algo que ellos tienen que mantener y que la marca tiene que comprender. Para que todo funcione, los mensajes tienen que entrar en la conversación y no sonar a simplemente publicidad.
Source: Puro Marketing